CRIANDO CON AMOR Y CONSCIENCIA
Descubre cómo criar desde el amor, la conexión y el entendimiento profundo
Historias con las que podrías conectar
"Entre el ruido de los gritos y el silencio del consentimiento: una madre busca equilibrio"
Mariana creció en una casa donde los gritos eran tan comunes como el aire que respiraba. Su padre, un hombre duro y autoritario, creía que el respeto se ganaba con miedo, y su madre, siempre silenciosa, prefería no intervenir para evitar que las cosas se intensificaran. Mariana aprendió desde pequeña que las lágrimas se secaban rápido, pero las palabras dichas con rabia dejaban marcas que no se veían.
Cuando tuvo a su propia hija, prometió que nunca repetiría ese ciclo. Su meta era criar desde el amor, no desde el miedo. Pero entonces, empezó a observar algo que la inquietaba profundamente: su hermana menor, Andrea, había tomado un camino completamente diferente. Andrea nunca levantaba la voz con sus hijos, nunca imponía límites, y en lugar de gritos, había un vacío de dirección. Sus sobrinos corrían sin reglas,hacían lo que querían, y Andrea justificaba todo con un “no quiero que me odien como yo odié a papá”.
Mariana empezó a preguntarse: ¿cuál era el camino correcto? No quería criar a su hija con el autoritarismo que tanto le dolió, pero también temía que el exceso de permisividad la dejara sin herramientas para enfrentar el mundo.
Un día, mientras observaba a su hija Julia jugar, Mariana sintió un nudo en la garganta. Julia era feliz, pero Mariana no podía evitar pensar: “¿Estoy haciéndolo bien? ¿Le estoy dando el equilibrio que necesita?” Fue entonces cuando decidió que no quería repetir patrones, ni de violencia ni de ausencia. Quería algo diferente. Algo que tuviera amor, pero también límites. Conexión, pero también estructura.
Mariana encontró un programa llamado “Criando con Amor y Consciencia” y, por primera vez, sintió que había encontrado el puente entre las dos realidades que conocía. Allí aprendió que criar con consciencia no significa ser perfecto, sino estar dispuesto a escuchar, tanto a tus hijos como a ti mismo. Aprendió a reconocer sus propios disparadores emocionales, esas heridas de su infancia que a veces amenazaban con aparecer en su crianza. Y más importante aún, aprendió que el amor no estaba reñido con el respeto mutuo, y que los límites podían ser tan amorosos como necesarios.
Hoy, Mariana sigue trabajando en su crianza, pero algo ha cambiado: ya no se siente atrapada entre el ruido de los gritos de su infancia y el silencio de la permisividad que observaba. Ahora, cuando habla con Julia, lo hace desde la calma y la empatía, pero también con claridad y firmeza. No siempre es fácil, pero cada día se recuerda que criar con consciencia es también un regalo para ella misma. Es la oportunidad de sanar, de romper ciclos, y de construir un legado emocional más fuerte para su hija.
“Criar con amor y consciencia no significa que nunca me equivocaré. Significa que cuando lo haga, estaré dispuesta a mirarlo, aprender de ello y seguir adelante, porque mi hija merece lo mejor de mí. Y yo también.”
Mariana creció en una casa donde los gritos eran tan comunes como el aire que respiraba. Su padre, un hombre duro y autoritario, creía que el respeto se ganaba con miedo, y su madre, siempre silenciosa, prefería no intervenir para evitar que las cosas se intensificaran. Mariana aprendió desde pequeña que las lágrimas se secaban rápido, pero las palabras dichas con rabia dejaban marcas que no se veían.
Cuando tuvo a su propia hija, prometió que nunca repetiría ese ciclo. Su meta era criar desde el amor, no desde el miedo. Pero entonces, empezó a observar algo que la inquietaba profundamente: su hermana menor, Andrea, había tomado un camino completamente diferente. Andrea nunca levantaba la voz con sus hijos, nunca imponía límites, y en lugar de gritos, había un vacío de dirección. Sus sobrinos corrían sin reglas,hacían lo que querían, y Andrea justificaba todo con un “no quiero que me odien como yo odié a papá”.
Mariana empezó a preguntarse: ¿cuál era el camino correcto? No quería criar a su hija con el autoritarismo que tanto le dolió, pero también temía que el exceso de permisividad la dejara sin herramientas para enfrentar el mundo.
Un día, mientras observaba a su hija Julia jugar, Mariana sintió un nudo en la garganta. Julia era feliz, pero Mariana no podía evitar pensar: “¿Estoy haciéndolo bien? ¿Le estoy dando el equilibrio que necesita?” Fue entonces cuando decidió que no quería repetir patrones, ni de violencia ni de ausencia. Quería algo diferente. Algo que tuviera amor, pero también límites. Conexión, pero también estructura.
Mariana encontró un programa llamado “Criando con Amor y Consciencia” y, por primera vez, sintió que había encontrado el puente entre las dos realidades que conocía. Allí aprendió que criar con consciencia no significa ser perfecto, sino estar dispuesto a escuchar, tanto a tus hijos como a ti mismo. Aprendió a reconocer sus propios disparadores emocionales, esas heridas de su infancia que a veces amenazaban con aparecer en su crianza. Y más importante aún, aprendió que el amor no estaba reñido con el respeto mutuo, y que los límites podían ser tan amorosos como necesarios.
Hoy, Mariana sigue trabajando en su crianza, pero algo ha cambiado: ya no se siente atrapada entre el ruido de los gritos de su infancia y el silencio de la permisividad que observaba. Ahora, cuando habla con Julia, lo hace desde la calma y la empatía, pero también con claridad y firmeza. No siempre es fácil, pero cada día se recuerda que criar con consciencia es también un regalo para ella misma. Es la oportunidad de sanar, de romper ciclos, y de construir un legado emocional más fuerte para su hija.
“Criar con amor y consciencia no significa que nunca me equivocaré. Significa que cuando lo haga, estaré dispuesta a mirarlo, aprender de ello y seguir adelante, porque mi hija merece lo mejor de mí. Y yo también.”
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